Esta calle es serenidad y algarabía, al mismo tiempo. Es el inicio de la procesión en el Jueves Santo, donde el orden y el silencio sobrecogerán al visitante.
Sin embargo, el Viernes Santo cuando los pasos busquen ya el final de la procesión, esta calle se convertirá en una amalgama de sentimientos y emociones. Algunos de los pasos subirán, prácticamente, de un tirón y a un paso acelerado, al grito de ¡a por las alubias!, alimento que en la posterior cena recompensará el tremendo esfuerzo.